¿Qué puedo decir de tí?
¿Qué te puedo decir a tí?
Resulta demasiado complicado, demasiado irreal:
A tí,
bonita de mi vida, hermosa mujer de mis sueños,
tan sencilla, tan mujer, tan perfecta...
No te encuentro princesa,
sé que te quiero, pero no te encuentro mi bella...
Te busco en cada sonrisa y en cada mirada
pero no estás y mis ansias aumentan.
Me equivoco una y otra vez,
y sufro como el que más...
Te canto, te busco...
Te leo, te sueño...
Te quiero, te pierdo...
Te extraño, te anhelo...
¿Cuándo?, ¿Dónde?, ¿Cómo?
No sé, no sé, no sé...
Sólo sé que te quiero...
y pronunciar tu nombre deseo...
Te espero, te espero, te espero
Te quiero, te quiero, te quiero...
domingo, 31 de enero de 2010
jueves, 14 de enero de 2010
Pensando...
Debido a recientes acontecimientos y a que he tenido el tiempo para pensar algunas cosas, he llegado a la triste conclusión de que pertenezco al mundo de los "amorosos",-no de esos que son más cariñosos que los ositos cariñositos, sino de aquellos que con tanto atino describe Jaime Sabines en su poema del mismo nombre.
Acá les comparto:
Los Amorosos.
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor.
Los amorosos viven al día,
no pueden hacer más, no saben.
Siempre se estan yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre- ¡ que bueno !- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos,
hambrientos, a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad,
verídicamente, de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan,
lloran hasta la madrugada en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida,
y se van llorando,
llorando, la hermosa vida.
Jaime Sabines.
Pueden bajarse (legalmente) el audio recitado por el mismísimo Sabines, acá en el podcast de la H. UNAM. http://www.descargacultura.unam.mx/archive/download/8460
Los quiero.
Acá les comparto:
Los Amorosos.
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor.
Los amorosos viven al día,
no pueden hacer más, no saben.
Siempre se estan yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre- ¡ que bueno !- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos,
hambrientos, a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad,
verídicamente, de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan,
lloran hasta la madrugada en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida,
y se van llorando,
llorando, la hermosa vida.
Jaime Sabines.
Pueden bajarse (legalmente) el audio recitado por el mismísimo Sabines, acá en el podcast de la H. UNAM. http://www.descargacultura.unam.mx/archive/download/8460
Los quiero.
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